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Editor: Neville Blanc

Monday, August 22, 2011

NUESTROS SOCIOS NOS ESCRIBEN: TEODORO HAMPE MARTÍNEZ



Polémica en Lima - Arzobispado vs. PUCP


Estimado Neville:

Los círculos académicos peruanos se hallan agitados por la polémica de contenido estatutario y patrimonial que se ha abierto entre el Arzobispado de Lima y la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Pienso que el asunto puede interesar a los colegas chilenos, más aun teniendo en cuenta que la PUCP se originó, allá por el año 1917, tomando como modelo el Curso de Leyes que regentaban los padres de los Sagrados Corazones en Valparaíso. He tocado esta materia en mi Historia de la Pontificia Universidad Católica del Perú (1989), que el cardenal Juan Luis Cipriani Thorne ha tenido la bondad de citar ayer, en un artículo publicado en el diario «Correo».

Verás en anexo las versiones periodísticas de «Correo» y «El Comercio» de Lima.

Cordiales saludos,

TEODORO HAMPE MARTÍNEZ

Con la verdad ante todo:
La fidelidad a la Iglesia une, no divide

JUAN LUIS CIPRIANI THORNE

La Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) tiene como génesis la coyuntura social de inicios del siglo XX, tiempo en el cual imperaba el pensamiento positivista, el liberalismo progresista y el racionalismo, desdeñándose las enseñanzas de la fe católica y el pensamiento de los hombres de la Iglesia, lo que primaba en la enseñanza superior. Esto implicaba que los alumnos, luego de dejar las aulas escolares, se declaraban agnósticos o indiferentes con la religión.

Por ello, la Arquidiócesis de Lima, tomando en cuenta el Concilio Plenario Latinoamericano de 1899 (Roma, Papa León XIII), decidió que este problema podía ser resuelto fortaleciendo la educación católica de manera que, como lo cuenta HAMPE MARTÍNEZ , "en cada país de nuestro hemisferio hubiese un centro de enseñanza superior regido por autoridades clericales". Así nace la PUCP, con un vínculo no escindible, desde su inicio, con la Iglesia peruana.

La PUCP se funda en 1917 previa aprobación eclesiástica con el carácter de "persona moral pública de Derecho Eclesiástico", cuyos bienes, cualquiera sea la forma en que los adquiera, constituyen bienes eclesiásticos, conforme a la normativa jurídica canónica vigente al momento de su fundación.

Esta participación y vinculación de la autoridad eclesiástica en la vida de la PUCP se vio bendecida y reforzada cuando el Papa Pío XII, en 1942, previa solicitud de la propia PUCP, decretó su erección Pontificia, instituyéndose en 1943, por disposición de la Santa Sede, el oficio de Gran Canciller de la PUCP al Arzobispo de Lima.

Cuando la PUCP, en la década del cuarenta e inicios del cincuenta del siglo pasado, se consolida en su régimen jurídico civil, como universidad de ámbito nacional, no se diluye en absoluto su vinculación con la Iglesia; prueba de ello es que el artículo cuarto de su Estatuto de 1956 precisó: "La Universidad Católica del Perú se rige por los presentes Estatutos, en entera conformidad con las leyes de la Iglesia y las del Estado Peruano, con absoluto acatamiento de las resoluciones de la Santa Sede, de la cual depende".

El 15 de agosto de 1990, el entonces Santo Padre, nuestro Beato Juan Pablo II, promulgó la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, disponiendo que toda Universidad Católica en el mundo adecué su Estatuto a ella y encargando a cada Obispo la responsabilidad de promover la buena marcha de la Universidad en su diócesis, otorgándole el derecho y el deber de vigilar para mantener y fortalecer su carácter católico.

En noviembre de 2009 ―luego de que la Santa Sede, de manera reiterada, los exhortara a cumplir con dicha ineludible obligación―, el actual Rector de la PUCP, Dr. Marcial Rubio, me solicitó, de manera formal, según Protocolo 378/2009 R, que eleve el Estatuto que vienen aplicando a la Sagrada Congregación para la Educación Católica para su revisión y aprobación.

Recientemente, las actuales autoridades de la PUCP han sido notificadas respecto de las modificaciones que la Sagrada Congregación para la Educación Católica ―máxima instancia vaticana para las universidades católicas― considera deben introducir necesariamente en su Estatuto, para superar su irregular situación actual.

Las correcciones por introducir responden, en consecuencia, a la expresa indicación de las actuales autoridades de Roma, que exigen que el Estatuto garantice, de forma institucional, su identidad católica y patenticen su dependencia de la Santa Sede. En ese sentido, no bastan declaraciones de fidelidad, la Constitución Apostólica dada por Juan Pablo II exige que el Estatuto refleje e incorpore las consecuencias jurídicas que vinculan a las universidades católicas con la autoridad de la Iglesia.

Los cambios por introducir no son otros que aquellos que ya están establecidos en los estatutos de otras universidades pontificias y católicas en el mundo. Incluso, en nuestro país existen actualmente varias universidades católicas cuyos estatutos ya fueron adecuados a la Ex Corde Ecclesiae, sin que ello transgreda ninguna norma de la República, pues el Estado Peruano reconoce la autonomía e independencia de la Iglesia en el Perú, y su plena libertad para gobernar sus centros educacionales de todo nivel, en consonancia con sus principios.

Mi doble responsabilidad episcopal, al frente del Arzobispado de Lima y como Gran Canciller de la PUCP, me obligan a esclarecer la verdad. Ha sido el Santo Padre quien me ha nombrado para esos encargos, que comprometen mi trayectoria como hombre que busca el bien.

Amo a la PUCP, pero ese amor está subordinado a mi amor a la Iglesia y al cumplimiento del deber de obediencia que tengo a los mandatos del Papa, sucesor del Apóstol Pedro. La Iglesia es una institución jerárquica, en la que todo católico debe obediencia a los mandatos del Vaticano, de lo que siempre dio ejemplo el R.P. Jorge Dintilhac SS.CC., su primer Rector. Quien no entienda ello, se coloca al margen de la Iglesia.

Benedicto XVI acaba de decir, el 19 de agosto, a los jóvenes profesores universitarios, que prestáis una espléndida colaboración en la difusión de la verdad, en circunstancias no siempre fáciles, que la Universidad ha sido, y está llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana. Por ello, no es casualidad que fuera la Iglesia quien promoviera la institución universitaria, pues la fe cristiana nos habla de Cristo como el Logos por quien todo fue hecho (Cf. Jn 1,3), y del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios. Esta buena noticia descubre una racionalidad en todo lo creado y contempla al hombre como una criatura que participa y puede llegar a reconocer esa racionalidad. La Universidad encarna, pues, un ideal que no debe desvirtuarse ni por ideologías cerradas al diálogo racional, ni por servilismos a una lógica utilitarista de simple mercado, que ve al hombre como mero consumidor. Palabras del magisterio pontificio que tienen hoy para la PUCP el sentido de un llamado nuevo a la humildad y a la obediencia, a la disposición de servicio a la Iglesia, tal como la Iglesia quiere ser servida, por amor a la verdad sin engaños pueriles ni intereses de grupo.

Recemos a Santo Tomás de Aquino y a Santa Rosa de Lima, patronos de la PUCP, para que, a través de su intercesión, se entienda claramente el camino a seguir.

(Publicado en Correo, Lima, 21 de agosto de 2011, p. 2).



PUCP: "Nuestra identidad católica no nos hace dependientes de la Iglesia"

El Comercio.pe / Lima, 22 de agosto de 2011 - 03:20 pm

El decano de la Facultad de Derecho y abogado de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), Walter Albán, sostuvo que esta casa de estudios superiores se constituyó desde su origen como una asociación civil, por lo que está ajena a la parte orgánica de la Iglesia. “Nuestra identidad católica no nos hace dependientes de la estructura orgánica de la Iglesia Católica”, agregó.

En diálogo con “Primera noticia”, indicó que la propuesta del Vaticano para que acoplen sus estatutos a la constitución Ex Corde Ecclesiae -que establece que el cardenal Juan Luis Cipriani se convierta en el Gran Canciller de la PUCP y pueda designar al rector de una terna de tres candidatos- “no sería posible de atender”.

“Es decir, se pretendería que nosotros voluntariamente tuviéramos que tomar la decisión de modificar nuestros estatutos para que algo que es una tradición democrática, que es que nuestro rector es elegido, se retroceda a una situación en que el arzobispo de Lima elija al rector sobre la base de una terna que propone la propia asamblea. Esto no va a prosperar”, dijo.

Para concluir, dijo que el tema de fondo es que Cipriani pretende, bajo dos estrategias diferentes, el testamento de Riva Agüero y la constitución Ex Corde Ecclesiae, tomar el control de la PUCP.

“El fondo del asunto está en la actitud del actual arzobispo de Lima. En un lado dice defender la supuesta voluntad de Riva Agüero, pero por otro se pretende establecer que la situación jurídica desde el punto de vista del derecho canónico, de la Iglesia Católica, es que nuestra universidad sería una de derecho canónico público, por la cual se entendería que el patrimonio de la universidad debería estar bajo la conducción del Arzobispado de Lima. Son dos cuestiones distintas. Lo que hay es apetito económico”, acotó.

Por su parte, el abogado del Arzobispado de Lima, Natale Amprimo, explicó que la PUCP “es patrimonio de la Iglesia Católica”, porque la universidad fue fundada en 1917 en el amparo de las leyes eclesiásticas e inclusive en su estatuto de 1956 señala que “la Universidad Católica del Perú se rige por los presentes Estatutos, en entera conformidad con las leyes de la Iglesia y las del Estado Peruano, con absoluto acatamiento de las resoluciones de la Santa Sede, de la cual depende”.

“La PUCP es una institución vinculada con la Iglesia Católica, lo que ha pasado es que en los últimos años las autoridades han ido modificando sus estatutos sin consultarle a sus dueños, que son la Santa Sede y la Iglesia peruana”, añadió.

Para finalizar, dijo que no puede ocurrir que ante el mencionado temor de que la situación de la universidad cambie, la PUCP no adecúe sus estatutos a la constitución Ex Corde Ecclesiae y no responda ante la entidad que la formó.

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