SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS CHILENOS, fundada en 1945

Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

My Photo
Name:
Location: Santiago de Chile, Región Metropolitana, Chile

Editor: Neville Blanc

Sunday, October 17, 2010

DE NUESTROS SOCIOS: ROBERTO AMPUERO




Entrevista Su nuevo libro:
Memoria y engaño en la novela de Roberto Ampuero

Desde Estados Unidos, el escritor chileno habla acerca de La otra mujer , su novela más reciente: una historia de hallazgos e infidelidades que va y vuelve desde un presente cosmopolita hasta la realidad de los años 80 en Santiago y Valparaíso.

Pedro Pablo Guerrero
El Mercurio Revista de Libros Santiago de Chile
domingo 17 de octubre de 2010
Actualizado a las 6:38 hrs.

"Escribo, leo, escucho música, viajo, y enseño escritura creativa en la Universidad de Iowa". Así resume su vida por estos días el autor chileno radicado en Estados Unidos. Días ajetreados, en los que le piden entrevistas y declaraciones acerca de la actualidad y de La otra mujer : novela sobre una novela, o mejor dicho sobre el manuscrito de una novela escrita a partir de circunstancias reales por un autor desconocido, Benjamín Plá (ninguna alusión al catalán Josep Pla, aclara Roberto Ampuero). Su historia, rigurosamente inédita, y de la que nadie parece haber oído hablar, se ambienta en Chile a mediados de los 80. De Berlín a Nueva York, de Nueva York a Valparaíso, el narrador a quien le entregan estos originales -profesor latinoamericano de una universidad de Nueva York- sigue las huellas de Plá y su manuscrito inconcluso, oculto durante décadas en la capital alemana, bajo el piso de madera (guiño explícito a la película "La vida de los otros") de un departamento ubicado en un edificio sobreviviente de los años de la Segunda Guerra y de la RDA.

-Tu anterior novela, contabas, nació de un verso de Neruda. ¿La idea de esta también tuvo origen en alguna lectura?

-Esta novela surge de varias suposiciones mías: de que toda vida está narrada ya en algún libro que no conocemos, que es erróneo separar la realidad de la ficción, que nunca nos conocemos completamente a nosotros mismos ni menos a los demás, y que después de la muerte de la persona que amamos seguimos construyendo su vida a través de la memoria y la especulación. Y surge también de ese descubrimiento inicial que hace Isabel, la protagonista: que su esposo, un distinguido médico que acaba de morir, llevaba una vida paralela que ella no sospechaba. ¿Qué hacer cuando descubres la infidelidad de tu pareja o cónyuge pero la muerte ya se llevó a esa persona que amas? ¿Dejas de amarla, la olvidas, la perdonas, destruyes su imagen ante ti y los demás, o prefieres olvidar esa traición y cultivar la imagen de cuando esa persona aún estaba viva, junto a ti?

"Uno es muchas identidades"

-Vuelves al tema de "Los amantes de Estocolmo". "La otra mujer" vincula la sospecha y la doble vida a secretos inconfesables del contexto político.

-En las novelas Pasiones griegas y Los amantes de Estocolmo intento explorar los temas de la infidelidad, los celos y el perdón, y aquí llevo esa exploración más allá. Aquí la infidelidad, la laberíntica vida clandestina del adúltero y el descubrimiento tardío del engaño por parte de la víctima del adulterio trascienden lo estrictamente personal y entran al ámbito político, a la historia reciente del país. En La otra mujer le ocurre a Isabel, una mujer de cincuenta años y con gran personalidad, algo dramático: sólo tras la muerte del hombre al que dedicó su vida, descubre que él llevaba además otra vida. Había, por lo tanto, otra mujer, pero sólo en la medida en que Isabel comienza a indagar la vida secreta de su esposo ya muerto, es que ella misma se va convirtiendo en otra mujer. Aquí hay un diálogo entre el individuo y la sociedad sobre el dolor irreparable que uno puede causar a otro. Creemos que el perdón o el olvido lo solucionan todo, pero hay dolores que simplemente son irreparables, tanto al nivel de los individuos y sus pasiones, como a nivel colectivo. Pero para la salud del individuo y la sociedad creamos la ficción de que la reparación es posible y el tiempo perdido recuperable. Ni la reparación es posible ni el tiempo ido recuperable, dicen Proust, Houellebecq y Philip Roth.

-¿El regreso a Valparaíso en tus últimas novelas tiene que ver con el epígrafe de Kavafis: "La ciudad te seguirá"?

-Uno nunca puede dejar de habitar su propia memoria. Yo me fui de Chile hace 37 años y me sigo definiendo como chileno hasta hoy, pero compruebo que esa definición de mí mismo no la imponen las realidades que efectivamente habito a diario desde hace decenios, sino la memoria. Yo pertenezco en los hechos a una creciente generación de escritores del mundo que escriben desde el desplazamiento, desde países y culturas que no son aquellas donde nacieron y se formaron, pero que portan en su identidad la cultura nativa y las adquiridas. Kavafis tiene razón, uno es muchas identidades, los desplazamientos y las lecturas nutren nuevas identidades que coexisten en uno, pero al mismo tiempo uno no logra nunca despojarse de la ciudad inicial, que es en realidad una metáfora de la memoria persistente. Sólo la amnesia total, que es la muerte misma, impedirá que esa ciudad inicial te siga a Berlín, La Habana, Estocolmo o Estados Unidos.

-¿Es autobiográfica la experiencia del profesor que encuentra en ruinas la casa de sus padres y de su infancia?

-Lo que es autobiográfico es que siempre busco en librerías de viejos y tiendas de anticuarios un manuscrito olvidado o fotografías de familias ya desaparecidas que, como le ocurre al narrador de La otra mujer , se refieran desde el pasado y la distancia a tu propia existencia. Sospecho que hay una trama desconocida, hilos invisibles, que nos unen a todos. Tal vez en un mercado de las pulgas de Nueva York haya un velador de mis abuelos, o en un anticuario de Hamburgo una carta de un tío, o en un almacén de Casablanca una foto de los padres de una amiga que vive en Buenos Aires.

-¿Cómo nació este ejercicio de escribir una novela enmarcada por otra?

-Me seduce la posibilidad de que la ficción no sea más que un nombre que le damos a la realidad para tranquilizarnos y conciliar el sueño, y la posibilidad de que toda vida, la tuya, la mía, esté ya contada y por lo tanto determinada desde hace mucho en un libro que en la mayoría de los casos no conocemos y que la mayoría de la gente nunca conocerá. Tal vez sólo nuestra ignorancia sobre ese libro nos permite disfrutar el libre albedrío e imaginar que somos dueños de nuestro destino.

-"El olvido sería premisa para alcanzar la felicidad", piensa Isabel. ¿Es la visión que ha prevalecido en la sociedad chilena?

-A menudo los individuos y las sociedades, después de grandes crisis, precisan del olvido para seguir adelante. Isabel piensa en un momento que la verdad de lo ocurrido y el constante recuerdo de ella pueden resultar paralizantes. El desvanecimiento gradual de lo ocurrido permite la semilla del perdón, y ésta la posibilidad de continuar adelante. Isabel siente que el ejercicio de la memoria constituye un deleite, pero también puede devenir tortura perpetua. En la historia, las personas y las sociedades buscan a menudo en el olvido la posibilidad de seguir viviendo en cierta armonía. Como la justicia es un horizonte utópico, el olvido es la alternativa real, piensa Isabel, pero sin resignarse a ello, sabiendo que sólo el conocimiento la hará libre y le permitirá volver a amar.

-¿La memoria impide la repetición de la historia? ¿Enseña realmente?

-Para los personajes de mi novela, vivir es ir perdiendo la memoria e ir luchando por conservarla. ¿Pero es posible realmente recuperar nuestras vidas a través del ejercicio de la memoria?, se pregunta Thomas Mann en La montaña mágica , y las novelas de W. G. Sebald lo intentan una y otra vez, mezclando memoria, desplazamiento, fotografías y especulación. Es bueno creer que al cultivar la memoria evitamos necesariamente la repetición de los errores, pero en verdad no hay garantía para ello. En los momentos de crisis individual o social, los retos de la realidad obnubilan la memoria, el presente devora al pasado. Si a un individuo le cuesta cambiar, más le cuesta a una sociedad completa.

-¿Qué opinas de que tu libro aparezca el mismo año que Arturo Fontaine publica una novela que también aborda el secuestro y tortura? ¿Indica una tendencia en la narrativa chilena?

-No.

-"El pozo es la ficción. Pero la ficción es mi vida. En rigor, paso a diario más horas dentro de ella que de la realidad", declara el narrador. ¿Sientes que resume tu actual forma de vida?

-Todos vamos perdiendo el contacto con la realidad material natural. Nos encerramos entre los audífonos del iPod o iPhone, pasamos horas ante el iPad, vamos de una novela o un videojuego al cine, leemos el diario en la pantalla, recurrimos a YouTube para ver a nuestros artistas, nos comunicamos con amigos mediante Facebook, lanzamos SOS al mundo a través de Twitter... Y en el caso de un novelista que, como en mi caso, habita en las memorias de los países en que vivió, esto se hace más agudo. Vivo además gran parte del día inmerso en las historias de ficción que escribo, rodeado de personajes que no puedo tocar, pero que están allí con sus problemas. Cuando abandono mi estudio de la Magowan Avenue para reunirme con mi mujer, siento que ella es como una cápsula Fénix que la realidad me envía al fondo del pozo para que yo emerja de nuevo a la superficie.

-El narrador de la novela opina sobre el manuscrito de Benjamín Plá: "No escribe como un Paul Auster o un Russell Banks, pero a mí al menos su historia me atrapa con el despliegue de personajes convincentes, su trama sugestiva y escenarios identificables". ¿Alguna vez has pensado eso de tu propio trabajo?

-No.

-Aguadar, estanquillo, bombillo, orujo... ¿Tú escribes así? ¿Dónde se hizo la edición de tu manuscrito?

-Si tu pregunta es por qué no escribo "como chileno", te recuerdo que llevo 37 años fuera de Chile. Sería patético que en mis lecturas de autores continentales, en mis recorridos por el mundo hispanoamericano y mis conversaciones con colegas de ese mundo no hubiese aprendido nuevas palabras. La pregunta me trae a la memoria a los antiguos patriarcas de la Real Academia Española, estos señores de polainas y reloj de cadena, que censuraban los "latinoamericanismos" e imponían sólo palabras que empleaban españoles en España. Era una visión provinciana, congelada en el tiempo, normativa y castradora de la lengua, que por fortuna ya pasó. También en lo literario estamos en un mundo fluido, sin fronteras, interconectado. El español está más vivo que nunca y se va enriqueciendo día a día gracias al ingenio y la agudeza de quienes lo hablan, y a una mayor tolerancia a las innovaciones e influencias regionales.

"No planifico mi futuro a largo plazo"

-¿Ya se puede considerar una costumbre alternar una novela de la serie de Cayetano Brulé con una independiente?

-Nunca he podido decidir cuál será mi próxima novela ni establecer un orden de creación de determinadas novelas. Ellas son como un accidente o un rayo: simplemente te ocurren, te golpean, emergen en tu cabeza, y tú tienes que sentarte ante una libreta o la pantalla pues alguien, que eres tú y no eres tú, te la dicta. Hay escritores como Hemingway o Capote que inducían conscientemente ese estado de inspiración. Yo en ese sentido soy más como un poeta, me siento más cerca de Jorge Teillier, o Fernando Pessoa, que intuían que el próximo poema (en mi caso, la próxima novela) siempre te está acechando en la esquina de una calle oscura como un asaltante.

-¿Te ves en el futuro como un nómade de colleges norteamericanos o como un profesor bien establecido en una gran universidad?

-No planifico mi futuro a largo plazo porque nunca está en nuestras manos. He vivido en seis países y la magnífica ciudad en que resido -Iowa City es mítica para los escritores-, no tiene por qué ser mi última parada. Me hace feliz escribir y por eso elimino aquello que obstaculice mi escritura. Nuestros hijos se fueron a la universidad, lejos de casa, y tenemos el nido vacío. Ante mi mujer y ante mí se abre ahora una nueva etapa. Lo bueno del escritor es que sólo necesita llevar consigo una libreta, un lápiz y una historia en la cabeza, y tener un lugar, ojalá con buen clima y generosa sombra, donde escribir.

Circuit City Coupon
Circuit City Coupon