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Editor: Neville Blanc

Sunday, August 30, 2009

"Niña Errante":

Entrevista
Pedro Pablo Zegers, editor de "Niña Errante":
"Quiero que el texto hable por sí mismo"
El epistolario de Gabriela Mistral y Doris Dana se encuentra a partir de hoy en librerías. Pedro Pablo Zegers, conservador del Archivo del Escritor, de la Dibam, se encargó de la transcripción, prólogo y notas del volumen. "Yo fui respetuoso con el original, en el sentido de ir al fondo del asunto, y el tema de género lo dejo abierto", asegura.
El Mercurio Artes y Letras 30 de agosto de 2009
PEDRO PABLO GUERRERO
En diciembre de 2007 llegó a la Biblioteca Nacional el legado de Gabriela Mistral entregado a Chile por Doris Atkinson, sobrina de Doris Dana. Son más de cincuenta mil hojas -estima Pedro Pablo Zegers, conservador del Archivo del Escritor-, y las cartas ascienden a unas diez mil. Doscientas cincuenta de ellas integran el epistolario de Gabriela Mistral y Doris Dana que, bajo el título " Niña errante" , publica Lumen (Random House-Mondadori), con transcripción, prólogo y notas de Zegers.
La correspondencia se extiende por nueve años, desde 1948 a 1956. Doris Dana (1920) había conocido a Gabriela Mistral en mayo de 1946, cuando la poeta dictó una conferencia en el Barnard College, de la Universidad de Columbia. Sin embargo, no fue sino hasta el invierno boreal de 1948 que ambas tomaron contacto por vía epistolar. El acercamiento se produjo gracias a otro Premio Nobel. Doris Dana había colaborado con el crítico Charles Neider en la edición del libro La estatura de Thomas Mann (1947), una compilación de ensayos sobre el autor alemán, por entonces radicado en California. La traducción del texto que escribió Gabriela Mistral fue supervisada por Doris Dana, quien le envió desde Nueva York un ejemplar del libro a la poeta chilena, que vivía en California. En la primera carta, Doris la trata de "Mi querida Maestra". Mistral le responde: "Cara señorita". Al parecer se encuentran en septiembre de ese año y de ahí en adelante el tono de la correspondencia alcanza un grado de intimidad cada vez mayor.
En su revelador epílogo, Doris Atkinson aporta detalles inéditos sobre la vida familiar de su tía y da a entender, tácitamente, que se trata de un epistolario autorizado: "Doris Dana no hizo esfuerzo alguno por restringir el uso de las cartas ni dejó instrucciones al respecto".
Pedro Pablo Zegers, que ve en el texto que le pidió a Atkinson un "espaldarazo" definitivo al libro, es aún más categórico. "Si Doris Dana hubiera querido que esto no se publicara, las habría eliminado", asegura a "El Mercurio".
-¿Y cómo explica la desproporción entre las cartas de Gabriela y las de Doris Dana, que son apenas dieciséis?
-Yo puedo sospechar que, a la luz de este epistolario, indudablemente ella se autocensuró, porque hay muchas cartas de Doris que no están. Es muy probable que ella misma se haya encargado de eliminarlas. Del ciento por ciento de cartas que están en el legado se han publicado 99,9. Solamente dejamos afuera, por razones de conservación, algunas pocas que estaban en mal estado. Opté por no manipularlas.
-¿Por qué Doris destruye la mayoría de sus cartas y deja todas las de Gabriela, incluso las que escribió y nunca le despachó?
-Bueno, muy simple, es la voz de Gabriela la que habla por esas cartas y no la de ella. Por lo demás, esto podría explicar la veneración y culto que sentía Doris Dana por Gabriela Mistral.
-Usted dice en el prólogo que la verdad de Mistral parece siempre envuelta en la niebla, pero tampoco aclara cuál sería esa supuesta verdad.
-Lo dejo abierto ex profeso. Yo puedo tener mi interpretación lógica y real, la puedo tener absolutamente clara. Sin embargo, quiero seguir con honestidad el texto, que hable por sí mismo y no prejuiciar en absoluto al lector común. Porque al lector ideal no tengo para qué decirle nada: va a interpretar lo que quiera y va a interpretar bien, pero quiero que el lector común se haga su propia visión de ese mundo, de ese contenido.
-En las cartas asombra el frecuente uso del género gramatical masculino que hace Mistral. Usted lo explica como "un ascendiente de carácter paternal y protector".
-Sí. Al principio pensé que era un error de transcripción, pero lo releí con más calma y lo revisé, literalmente, con lupa, porque trabajaba con una lupa enorme. Incluso les consulté a los chiquillos del proyecto: ayúdenme a ver si es una "o" o una "a". Yo lo endoso a una visión más que sexual, paternal.
-¿Por qué paternal?
-Porque es un sentido protector.
-Pero en ese caso podría haber sido también un sentido maternal y no hubiera cambiado el género.
-Sí, pero yo lo veo más como una figura protectora. Padre, madre, como quieras llamarla, pero es protectora: "oye, si te falta algo, saca de la cuenta, no te olvides de comprar ropa, no te olvides que los pasajes los pago yo, todos tus gastos son por cuenta mía". Eso se va reiterando en las cartas. Ese sentido protector obedece a esa visión padre-madre, que, como bien dices, puede ser uno u otra.
-Usted evita cuidadosamente calificarla como una relación lésbica.
-Lo quise hacer así, ex profeso, de manera tal de respetar la intimidad.
-Tiene que admitir, sin embargo, que las cartas van más allá de lo filial: hablan derechamente de amor.
-Por supuesto. El lector me va a decir no me vengan con cuentos, si eso está claro, pero yo dejo abierta la posibilidad a cualquier especulación, y, más que especulación, dejo abierta la puerta hacia la verdad. Si tú quieres zanjar el tema con respecto a la sexualidad de la Mistral, qué mejor que hacerlo de manera digna, sin esa carga farandulera, de titular de periódico de pacotilla. Te reitero: me cuidé de no utilizar nada que dijera relación con el tema en la introducción. Y eso lo hice de manera consecuente con la gente que sabía que estaba trabajando esto. A la misma Doris Atkinson le dije: no pretendo hacer una apología de la sexualidad ni una apología de los grupos marginales, lésbicos u homosexuales. El que quiera leer las cosas de otra manera que las lea y las interprete como quiera y como están. Se van a dar por sí solas, más allá de lo que yo diga. Si al final de cuentas el prólogo no lo lee nadie.
-Le aseguro que éste sí.
-Pero tampoco es un prólogo desorientador. Muestra situaciones, da indicios, señales, abre caminos.
-Algunos lectores pueden pensar qué tendría de farandulero o indigno decir que la relación entre ambas fue homosexual.
-Nada, absolutamente nada. Tampoco me cierro a esa opinión. Sería iluso, sería ingenuo de mi parte. Y no estoy dispuesto a ir a una pelea teórica, confrontacional respecto de eso, porque la perdería, si eso lo tengo claro. Yo fui respetuoso con el original, en el sentido de ir al fondo del asunto, y ese tema de género lo dejo abierto, lo que me parece, si quieres, una situación mucho más cómoda. Esa neutralidad suiza a lo mejor te permite estar en distintos lados, pero también habla de cómo yo he venido trabajando al personaje, cuál ha sido mi línea respecto de él durante todos estos años, que ya van a ser treinta el próximo. Es consistente con lo que he hecho.
-El propósito que declara en el prólogo de mostrar una cara de la Mistral más humana, sonriente y afable coincide, a nivel de lo público, con su reciente cambio de look en el billete de cinco mil pesos.
-Es una coincidencia feliz, azarosa. Pienso que se le hace justicia, porque aparece un personaje mucho más cercano, que uno podría sentir más íntimo. En esa perspectiva, pienso que el libro puede ser muy útil a la gente que va a seguir trabajando en los temas de su personalidad, por una parte, así como también de las figuraciones con su obra. Va a abrir puertas.
-Pero esa intención de presentar a una Mistral más próxima puede chocar con el hecho de verla, muchas veces, obsesiva, paranoica, manipuladora, incluso rencorosa, como ella misma se reconoce. Es humana, aunque no siempre en el sentido más luminoso.
-¡Pero lógico! Todos tenemos un lado oscuro. Todo ser humano tiene los matices de todas las gamas: blancos, negros y grises también. ¿Por qué ella no los iba a tener? Aquí los vemos y eso es lo interesante, porque antes veíamos un blanco y un negro, la buena o la mala, la poesía escolar o la pensadora. Acá la vemos en todo el espectro, tenemos un personaje que se va integrando al mundo, se convierte en un ser de carne y hueso.
Nuevo epistolario
con Palma Guillén
-¿Cuál es su próximo trabajo?
-Voy a trabajar otro epistolario. Son materiales que ya tengo transcritos. Es la correspondencia de Palma Guillén y la Mistral. Parte en 1942 y termina en 1955 o 1956. Es más grande que este libro: un corpus de 450 cartas, de las cuales vamos a dejar, tal vez, unas cien menos, porque algunas son muy reiterativas. Pero tiene la ventaja, a diferencia de este caso, que Palmita Guillén fechaba todo y las cartas son maravillosas. Se van a sorprender con Palma Guillén también.
Los celos de Mistral
-¿A qué atribuye la permanente inseguridad y celos de Mistral?
"Uno tiene que ponerse en los zapatos de esta señora. Había treinta años de diferencia con Doris. Mistral le escribe: recuerda que soy una mujer vieja, y yo sólo te estoy pidiendo que me des los últimos años de vida que me quedan. Esa es la obsesión de Mistral: pasar ese tiempo sola, sin esta persona que la apoya, con la que se siente cómoda, que la ayuda en todo. Perderla no le conviene, porque ella sabía, y no se equivocó, que le quedaba poco tiempo. A lo mejor porque ya se sentía mal, porque la diabetes estaba muy avanzada, porque probablemente tenía problemas al corazón fuertes, y quién te dice si a lo mejor el cáncer al páncreas no estaba ya gestándose, que fue lo que en definitiva la mató. ¿Y qué hace cuando se le va la vida? Aprovecha los mejores momentos, intenta retener a Doris, ciento por ciento para ella, no para los viajes ni para sus obras de teatro, ni para sus guiones de cine o televisión. Y lejos de la terrible Nueva York. Aunque transa con ella al final: se va a vivir en las afueras de esa ciudad. Hasta eso acomodó en su vida: escoger esa plaza diplomática, el consulado. En una carta le dice: Doris, yo estoy en Estados Unidos por ti".
-¿Quién es el personaje "M.M." que Mistral le menciona a Doris varias veces con irritación?
"Podría ser M. Madrigal o Monika Mann, la hija del escritor. Pero no tengo cómo pesquisarlo, y eso que las cartas fueron revisadas acuciosamente. No hay ninguna pista para aclararlo".

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